miércoles, 24 de noviembre de 2010

JUBILACIÓN

El letrero de la puerta de cristal traslúcido reza: Dr. Malaventura – Ingeniería Terminal. Dos siluetas difusas se dibujan sobre su superficie, a través de la cual se filtra una conversación:

- Le garantizo que no hay posibilidad de error, Sr. Borrego.
- Pero doctor…, siempre se puede hacer algo más… Ha de haber alguna solución. Yo siento que aún me queda cuerda para rato…
- Le repito que los datos son concluyentes. Cualquiera de mis colegas terminadores le diría lo mismo que yo. Cuanto antes se haga a la idea mejor para todos.

El rostro de Sergio Borrego se refleja esta vez sobre una de las paredes de cristal transparente del monorraíl que le lleva a su cuadrante. Tratar de determinar la edad del Sr. Borrego no es tarea fácil. Su cuerpo atlético y musculado bien podría hacernos pensar que estamos en presencia de un fornido joven. Sin embargo es esa forma de frotarse las manos, esa expresión cansada en su rostro, esa apariencia de pieza descolocada que no termina de encajar del todo en el puzzle, la que al observador experto llevarían a deducir que es mucho más mayor de lo que su aspecto desearía aparentar. El Sr. Borrego se encuentra deprimido y desamparado. Si no fuese porque la tirantez de su piel tras varias cirugías faciales lo impide, veríamos cómo frunce el ceño. Y es que, Sergio Borrego no puede dejar de darle vueltas a las aciagas noticias que acaba de recibir.

- La competencia es cada vez más feroz y nuestra corporación no se puede permitir el lujo de mantener recursos improductivos por más tiempo. Usted y todos los que como usted pertenecen a épocas anteriores a la optimización de los flujos de trabajo se han convertido en un lastre para el crecimiento sostenido. Un ambicioso plan de jubilación está punto de comenzar y me han pedido que me encargue personalmente de su caso.
- Por favor doctor, se lo suplico… Reconsidérelo desde este punto de vista: si se me permitiese acceder a una vía de crédito para reciclarme, estoy seguro de que no se arrepentirían…

El monorraíl se detiene en un paso elevado de una zona céntrica de la ciudad. A través del cristal, Sergio Borrego contempla una manifestación no muy concurrida en la que individuos con el rostro tapado gritan consignas y empuñan pancartas de grafeno en las que se suceden vistosos eslóganes aparentemente tan contradictorios como “Jubilación=Muerte” o “Eutanasia YA”. Las siluetas de los manifestantes se vuelven cada vez más difusas a medida que el reflejo de la expresión agria de Sergio Borrego se hace más patente. Su mente vuela una vez más hasta la consulta del doctor Malaventura, un crío ario de rostro afeminado y perfectamente simétrico, enmarcado de bucles rubios, cuya juventud y candor contrastan drásticamente con el tono gélido y devastador de sus palabras.

- Sr. Borrego, sabe tan bien como yo que sus costes de mantenimiento superan con creces el valor de los klinks que usted aporta al sistema.
- Pero sé de otros colaboradores de mi unidad que tras un ambicioso proceso de reciclado han conseguido…
- ¿Por qué ustedes siempre esgrimen el mismo argumento…? Su caso es patético Sr. Borrego: Sendas prótesis en extremidades superiores e inferiores, corazón artificial, un pulmón sintético y tres ampliaciones de memoria… Por no mencionar el carrusel de cirugías plásticas y los cócteles de esteroides, anabolizantes y anfetaminas a los que tanto se ha aficionado… Usted ni siquiera ha rentabilizado el coste de todos estos rediseños ¿y se atreve a solicitar otro reciclado? Ni hablar… Además, para su información, le diré que por menos de la mitad del coste de sustitución de todos sus desfasados bioimplantes, mis colegas de la Unidad de Eugenesia son capaces de generar dos recursos nuevos, diez veces más productivos y versátiles que usted.

El monorraíl transparente vuelve a ponerse en marcha, sacando a Sergio Borrego de sus cavilaciones. La grey manifestante comienza a quedarse atrás, fundiéndose con las imágenes de esos mismos individuos que se plasman en el videomuro del micropiso de Borrego. En la pantalla se suceden imágenes de enfrentamientos entre los manifestantes y los androides de seguridad. La voz melosa y andrógina del avatar presentador relata…

- Escasísima afluencia de manifestantes en las jornadas anti-jubilación planteadas por el colectivo pro-eutanasia. Algunos de sus elementos sediciosos desafiaron a las fuerzas de seguridad, lo que provocó un correctivo y la consiguiente disolución forzosa de la protesta. Los enfrentamientos se han cobrado un total de siete bajas con lo que la previsión de creación de riqueza de la jornada de mañana se verá mermada exactamente en 10.567 klinks. A este respecto el comisario de productividad ha declarado…

Mientras Sergio Borrego se afana en el extremo de la estancia que hace las veces de cocina, en su cabeza sigue resonando el eco de las palabras del terminador.

- Según me consta, usted tuvo hijos propios cuando aún era lícito. Asimismo, si comparte bienes gananciales o vínculos emocionales con otros sujetos, puede proceder a comunicárselo si lo cree necesario. En cualquier caso siempre recomendamos una retirada discreta.
- Pero, ¿¡qué será de mí doctor…!? ¿¡Qué va a ser de mí!?
- Tan pronto como concluya la fase actual de los flujos productivos en los que usted se halle inmerso, se procederá a su jubilación.

Sentados ya a la mesa se encuentran los dos hijos del Sr. Borréguez: Borréguez_01 y Borréguez_02, ignorando por completo la pesadumbre que se ceba con su progenitor y con la mirada fija en el videomuro, comentan con ardor los acontecimientos del día.

- ¡Menuda panda de perdedores!, exclama B_01. Míralos… Si son cuatro gatos. Se creen que por ir encapuchados les basta para ocultar su identidad.
- Como si a los de la Corporación no les bastase con rastrear su IP para saber exactamente cuántos y quiénes eran los manifestantes…, reconoce su hermano B_02.
- Es en estos detalles en los que uno se da cuenta de que tienen bien merecida su jubilación, insiste B_01. El que no sean capaces de comprender algo tan básico es un claro síntoma de que son varios los petabytes de actualizaciones que tienen pendientes. Jamás conseguirán nada…

Por muy absorto que se encuentre en sus funestas cavilaciones, es tan reducida la estancia y tan entusiastas las opiniones vertidas por su progenie que, Sergio Borrego no ha podido evitar escucharlas en el traslado de la frugal colación que compartirá con sus hijos, compuesta fundamentalmente por píldoras y batidos proteínicos, desde la cocina hasta la sala principal. Mientras dan cuenta de la cena conversan:

- Pues tengo entendido que los recursos del cuadrante norte están tan bien organizados que han conseguido reducir sus klinks prácticamente a la mitad en varias jornadas de desconexión completa, continúa B_02 mientras engulle una de las píldoras.
- ¿Sí…? ¿Y qué más…?, ironiza B_01 mientras sorbe uno de los batidos. ¿No me digas que también te crees eso de que su corporación, en lugar de jubilarlos, les paga unas vacaciones hasta el día en que causan baja?
- Oye, yo sólo te digo lo que se comenta en los foros de outliners.
- No dejes que ese spam desenfoque tu atención hermano. Eso sólo ralentizará tus procesos. Hasta un gerio como padre sabría que es más rentable jubilar un recurso, y sustituirlo por otro de última generación, antes que permitirle holgazanear en una jornada de desconexión completa que dé a los competidores de nuestra corporación una oportunidad de oro para adelantarnos en productividad. ¿Verdad que sí padre?
- Sí, supongo que tenéis razón…, murmura el interpelado.

Ya en la soledad de la noche, acosado de nuevo por sus lóbregos pensamientos, siempre protagonizados por las aciagas sentencias del Dr. Malaventura, Sergio Borrego duda si recurrir a los sedantes que descansan sobre la mesita auxiliar al lado de la cama. Finalmente desiste, sabe que será una noche muy larga.

- La legislación vigente nos permite desensamblar todos aquellos implantes propiedad de la corporación que no sean estrictamente necesarios para su soporte vital.

Habría que ser un monstruo para no sentir compasión de la triste figura que compone el torso desnudo del Sr. Borrego, desprovisto todo él de extremidades y remendado por decenas de cicatrices que atestiguan otras tantas cirugías. Varios tubos se insertan en nariz, boca y ombligo.

- En tal caso sólo le pido doctor, continúa hablando Sergio Borrego aún en la consulta del terminador, que sean compasivos conmigo y aceleren todo lo posible mis procesos de deterioro para que pueda causar baja cuanto antes.

Sergio Borrego se encuentra encapsulado en una urna transparente con cientos de cables que se hunden en la piel de su espalda, coincidiendo con puntos neurálgicos de su sistema nervioso central.

- Sr. Borrego, sabe perfectamente que lo que me pide contraviene todos los códigos éticos de nuestra corporación. Es nuestra obligación velar porque su existencia sea lo más prolongada posible.

Es una lástima que Sergio Borrego ya no sea capaz de moverse ni comunicarse, tal como se encuentra en estado latente. Pues si tan siquiera pudiese pasear la vista a su alrededor, comprobaría que no se encuentra solo. Cientos, miles…, millones quizá de cápsulas idénticas a la suya le rodean por doquier. Todas ellas entrelazadas, todas ellas conectadas a un mismo artefacto que uno no sabría decir si alimenta o es alimentado por las urnas como la del Sr. Borrego. Menos mal que antes de abandonar la consulta del Dr. Malaventura, a nuestro amigo Sergio Borrego no le quedó ninguna duda a este respecto.

- Créame Sr. Borrego, es mucho lo que recursos como usted pueden aportar a la corporación durante todo el tiempo que dure su jubilación. Y, ahora, si es tan amable, hágame el favor de firmar aquí. Y también aquí.